Etiqueta y protocolo.
En una conversación el 30% de su valor recae en la expresión estrictamente oral y el 70% en la expresión no verbal.
Las distintas formas que el ser humano dispone para expresarse son la verbal, la no verbal, la escrita y la visual. Si no tenemos limitación física alguna, todas las personas tenemos por naturaleza estas herramientas de comunicación, solamente tenemos que desarrollarlas y potenciarlas. En definitiva, es como un don que si no lo trabajamos no lo podemos adquirir.
En la expresión verbal lo más importante es el tono y la modulación. También la velocidad es un elemento importante, ya que nos aporta la capacidad de dramatización
La expresión visual recibe la información a través de los colores, volúmenes y espacios, formas, líneas, etc. En definitiva, nuestra vestimenta también ayuda a emitir el mensaje que queremos comunicar en un momento determinado es la parte en la que tiene presencia la etiqueta y el protocolo.
En referencia a la expresión escrita, creo que no es necesario enfatizar la importancia de una ortografía y gramática correcta.
Y llegamos a la expresión no verbal, en donde vamos a detenernos un poco más.
La expresión no verbal
Por expresión no verbal entendemos los gestos, el movimiento, la sonrisa o la mirada.
Existen varios estudios en los que se afirma que en una conversación el treinta por ciento del valor de la misma recae en la expresión estrictamente oral y el setenta por ciento en la expresión no verbal.
Toda persona, sobre todo aquella cuya actividad profesional se fundamenta en la relación con el público, debe tener, como mínimo, unas nociones básicas de hablar con eficacia, de imagen persona, y de comunicación no verbal. Aunque, si se quiere tener éxito en el trabajo, estas habilidades y conocimientos deben ser adquiridos plenamente.
Además, partiendo de la premisa de que cuando comunicamos queremos que se nos entienda, todas las expresiones, la verbal, no verbal y visual, deben trabajar al unísono. Es decir, todas deben proyectar el mismo mensaje, porque si no es así, nuestro mensaje no será creíble.
Por ejemplo, la primera condición para hacernos entender es:
- usar un lenguaje sencillo y natural,
- frases cortas, de sujeto-verbo-predicado,
- palabras sencillas, si dudamos entre dos términos, utilizar, en primer lugar, el más sencillo de ellos,
- no hablar rápido, hay que vocalizar bien.
El qué digo y el cómo lo digo son igual de importantes, porque si utilizo un lenguaje adecuado al público que me está oyendo, pero para hablar no abro bien la boca, o hablo cabizbajo, no se me va a entender.
Esto suelo pasar también cuando estamos leyendo un discurso con apoyo de un atril. Si al hablar bajamos la cabeza la voz no va a llegar al público, aunque nos pongan los micrófonos más potentes que existan. Los humanos necesitamos ver la expresión del rostro para llegar a comprender con éxito lo que se nos está diciendo. Por eso es muy importante que cuando hablemos miremos a quien estamos hablando, ya no solo por cuestión de respeto y de buenos modales, sino también por cuestión de eficacia, ya que la comunicación no verbal potencia la compresión de la verbal.
Siempre hay que respetar a la persona que nos está escuchando, tanto desde nuestro comportamiento verbal como no verbal. Debemos cuidar mucho nuestro comportamiento ante el público y no relajarnos, sobre todo cuando nuestro trabajo radica en estar en constante contacto con el público. Estar pendientes de ellos, hacerles sentirse importantes. Y, por supuesto, hay que evitar un mal gesto o una mueca inapropiada.
La postura corporal
Cuando nos dirigimos a un público podemos hacerlo de pie o sentados. Pero, ¿cuál comunica mejor? Siguiendo las enseñanzas de Roberto García Carbonell, hablar de pie es la postura por excelencia del orador.
Carbonell nos indica cuál es la postura erguida correcta y los pasos concretos a seguir para conseguirla:
- Estirar la nuca hacia arriba; luego hacia atrás, de forma que las orejas estén sobre los hombros. Al estirarse la columna vertebral se levantarán las costillas y los hombros pasarán, de modo natural, a su sitio.
- La barbilla debe quedar paralela al suelo.
- Los pies paralelos y un poco separados.
- Los brazos colgados de forma natural al comenzar, para ir a la altura de la cintura con los antebrazos más caídos seguidamente.
- Los antebrazos no deben tapar el torso, no formar una barrera con nuestros brazos, ya que nos aleja de nuestro público.
Para el experto argentino hablar sentados es la postura intelectual, y para conseguirla también es necesario seguir unas pautas:
- Siéntese sobre la primera mitad del asiento.
- Proceda a erguirse.
- Lleve las orejas sobre los hombros.
- Levante la barbilla hasta su lugar.
- Deje que los hombros caigan naturales, y queden ligeramente desplazados hacia atrás.
- Fuerce la postura de modo que la presión del cuerpo caiga sobre los huesos de la pelvis.
- Descargue sobre los pies el peso de las piernas.
Teniendo en cuenta este método, ¿qué diferencia existe entre la postura sentada intelectual y social? Roberto García Carbonell nos da la respuesta:
«La diferencia entre la postura de sentados que llamamos intelectual, con la que denominaremos social radica en el punto de apoyo sobre el asiento. Tratándose de la postura social, el apoyo se desplazará hacia el fondo del asiento. En todos los casos, las piernas deben descargar su peso sobre los pies paralelos, que, a su vez, pueden quedar uno delante del otro para favorecer la motricidad general al levantarse».
Al margen de las posturas corporales que podemos adoptar a la hora de comunicar, existe un elemento que unifica a todas y que es la base. Este componente es la naturalidad.
El orador no es un actor, no tiene que representar una acción o actividad ficticia. «Hagamos solo los ademanes que nos nazcan espontáneamente», dice Dale Carnegie, mientras comunicamos. Solamente de esta manera, seremos creíbles.
Por Mª del Carmen Portugal Bueno, profesora de ESSPEC