Hay ocasiones en las que, para bien o para mal, la anécdota se convierte inevitablemente en el centro de atención. El foco recae en ese instante en el que algo se sale de lo habitual, de lo programado, y en cuestión de segundos se convierte en viral y comienza el debate.
Hace unos días, durante la celebración de la Pascua Militar, pudimos ser espectadores de uno de estos momentos. El rey Felipe IV se agachaba a recoger el broche que a la reina se le había caído al colocarse el abrigo. Fue inevitable, esa imagen del rey recogiendo la joya se hizo viral y fue comentada por cientos de periodistas, expertos en protocolo y público en general.
También reciente fue el “accidente” que sufrió el bolso de la reina hace unas semanas en Suecia. El bolso tipo cluch de la reina cayó al suelo durante una recepción y todo lo que llevaba dentro acabó desparramado en el suelo. La reacción de la reina, la que tendríamos cualquiera de nosotras, recogerlo. Por supuesto, se acabó convirtiendo en la anécdota del viaje.
¿Se “saltan el protocolo”? (el protocolo nunca se salta). ¿Deberían haber esperado a que alguien del equipo de protocolo o de su guardia real fuera a recogerlo? ¿Deberían haberse hecho los despistados y seguir con el acto como si nada?
En nuestra humilde opinión, la respuesta a todas esas preguntas es un NO rotundo. El protocolo no recoge en ningún decreto o norma que regule si puedes recoger o no algo si se te ha caído. El protocolo es mucho más que unas normas rígidas que condicionan todos y cada uno de tus movimientos. El protocolo no está reñido con la naturalidad y el sentido común.
Susana Guindo Arias