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La etiqueta y protocolo en la comunicación.

El «qué» decimos y el «cómo» lo decimos es materia de aprendizaje de oratoria.

En esta vida se nos conoce y se nos juzga por cuatro cosas:

  • por lo que hacemos,
  • por lo que parecemos,
  • por lo que decimos,
  • y por cómo lo decimos.

Y es el «qué» decimos y el «cómo» lo decimos materia de aprendizaje de oratoria. Cuanto más nos esforcemos en mejorar estos elementos, teniendo en cuenta que la finalidad es el servicio que prestamos al público que nos dirigimos, más eficaces seremos a la hora de hablar en público, y más éxito cosecharemos.

No existe el ser humano que al hablar lo haga sin objetivo alguno. Nadie habla por hablar. Incluso aquella persona narcisista habla con un objetivo: ser el centro de la conversación, ser el protagonista.

¿Cuál es la esencia de una bicicleta? Por supuesto, las ruedas. Si una bicicleta no tiene ruedas, ya no es un vehículo, será otra cosa, pero no una bicicleta. Lo mismo sucede con la oratoria. La esencia del uso del lenguaje es conseguir un objetivo, da igual el que sea.

Todos hablamos por un motivo y este es diferente según la ocasión y la situación. Cosa distinta es que seamos conscientes de ello.

Para hablar con eficacia tenemos que asumir, y darnos cuenta, que al hablar nos marcamos un fin, y como tal nuestra intención es conseguirlo con éxito. Para esto tenemos que conocer cómo se aplica la comunicación para lograr nuestra meta, y no dejarlo al azar. Si actuamos de esta manera, dejaríamos a la improvisación nuestras relaciones personales, sociales y profesionales.

Si la comunicación es tan importante para nosotros, si el hablar con eficacia es tan vital para el ser humano ¿por qué no se nos enseña? En el colegio se nos instruye a leer, pero a hablar aprendemos por observación, por imitación. Comenzamos a hablar siguiendo el ejemplo de nuestros padres, pero nadie nos enseña a hacer un uso inteligente de nuestra capacidad comunicativa.

La persona que realmente quiere hablar con eficacia siente en su interior tres razones:

  • Querer aprender.
  • Querer decir algo.
  • Querer al destinatario.
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Querer aprender

Da igual el motivo por el cual nos damos cuenta que necesitamos aprender a hablar en público, ya sea por motivos profesionales o por motivos personales. Hemos tomado la decisión que queremos aprender oratoria.

Os recuerdo que hablo de aprender, no de enseñar. Puedo darte unos consejos y justificarte lo importante que es aprender a hablar en público con eficacia, pero si no tienes interés de mejorar tu comunicación, no hay nada que hacer. Hay que ser autocrítico continuamente para mejorar uno mismo.

En oratoria no existen trucos, no existen atajos. Solo hay dos condiciones, esfuerzo y práctica.

Este aprendizaje no es continuo. Hay momentos en los que estaremos motivados y otros en los que no. El esfuerzo, la tenacidad, el optimismo y la practica son la clave.

En definitiva, querer con todas nuestras fuerzas hablar con eficacia. Y un buen día nos daremos cuenta que todo nuestro esfuerzo ha valido la pena y que este aprendizaje es para toda la vida. El querer aprender oratoria es un estado de ánimo constante en la persona.

Querer decir algo

Todos tenemos algo que decir e informaciones importantes y únicas que comunicar y transmitir a los demás.

Somos cerca de ocho billones de personas en el mundo, lo que significa ocho billones de historias y experiencias diferentes. Así que ¿cómo podemos pensar que no tenemos nada que decir?

Todos tenemos vivencias únicas que podemos compartir con los demás, que podemos aprender, y el resto estará encantado de escucharlas. ¿Por qué? Porque al ser humano nos encanta conocer la vida de los demás: cómo superó un obstáculo, cómo triunfó profesionalmente o cómo se enamoró. A las personas nos gusta escuchar temas de interés humano.

Dale Carnegie nos dice: «Hable de lo que la vida le ha enseñado y yo seré un oyente fiel». Los oradores que hablan de sus experiencias nunca dejan indiferente a nadie.

Querer al destinatario

Si decidimos que queremos aprender a hablar en público porque tenemos información importante que puede ayudar a los demás, ¿cómo vamos a despreciar a ese público? Es imposible, a no ser que vayamos buscando la admiración vacua.

El público merece todo nuestro respeto, y este respeto lo obtienen cuando nos enfrentamos a ellos desde la humildad y la modestia.

Otra forma de mostrar nuestro respeto a la audiencia es adecuar nuestras palabras al público al que me dirijo. No puedo enfrentarme a una audiencia sin haber pensado antes en su perfil, para adecuar mi mensaje al auditorio con el objetivo de conseguir su atención desde el primer momento.

Cuando tenemos algo importante que decir a alguien pensamos en esa persona, su forma de ser, para elegir las palabras adecuadas tanto si le tengo que decir algo que le puede molestar, como si le tengo que decir algo agradable. Pensamos tanto en el destinatario como en el mensaje. Por ejemplo, en una declaración de amor elegimos las palabras en función de la persona a la que van dirigidas.

Cuando nos enfrentamos a un discurso, ya sea de cinco minutos como de treinta, tenemos que pensar en las personas a las que nos vamos a dirigir, y pensar en el discurso que quieren oír, no en el discurso que yo quiero decir. Esto no significa que no vaya a dar mi mensaje, que no tenga mi objetivo. Yo tengo que tener un mensaje, un objetivo claro, ya que si no lo tengo el público se va a desconcertar, y cuando tengo definido mi mensaje, mi argumento, lo adorno lo mejor que pueda pensando en mi público.

Por Mª del Carmen Portugal Bueno, profesora de ESSPEC

 

 

La etiqueta y el protocolo.